Le pregunté cuántos años había estado en el Seminario Mayor y me respondió: siete. Asentí tranquila. Sabía del respeto que le profesaba la Comunidad Católica Monteriza y que su figura constituía un referente valioso aun cuando actualmente no pertenece a ninguna institución parroquial. Formó y acompañó a muchos jóvenes a través de grupos católicos, coros de Iglesias y charlas a docentes, alumnos y grupos parroquiales de toda la Diócesis de la Ssma. Concepción.
¿Por qué no se ordenó sacerdote? El contesta que simplemente que en los últimos años sentía que ese no era “su lugar”, y que le fue muy duro conseguir que se lo identificara también con la música y la educación.
Hablamos por espacio de tres horas y media, un poco para aprender de un universo desconocido para mí y otro poco para intentar conocer aun más a las personas que me rodean desde que decidí adentrarme en una historia de verdades y mentiras, donde el común de la gente solo ve lo que quiere ver y escucha lo que anhela escuchar.
Nos referimos al Padre Justo a quien mucha gente buena conoció y que ya no está más, porque "murió" literalmente para "dar vida " a un Padre Justo que no conoce ni quiere conocer. Me produce curiosidad escucharlo, para aprender. Y me habla acerca de la misión profética: “anunciar y denunciar”. “Muchos fieles saben del anuncio. Pero le temen a la denuncia. Denunciar no es gritar con esto contra Dios, aunque muchos lo hayan intentado presentar así, ni contra la iglesia, ni contra nadie. Es intentar saber y buscar la verdad simplemente, porque sólo la verdad nos hará libres”.
Cuando hablamos de este triste caso y de su impacto comenta: "Lo más doloroso es que con todo esto, el trabajo de miles de personas buenas en la Iglesia se tira por la borda. Y eso causa mucho dolor, pero más duele el dolor de los damnificados que se conocen y los que se van a conocer en nuestro mismo pueblo”. Me confiesa que sale a llorar en su auto por la angustia que provoca esta situación. Por que se puede humanamente entender (aunque no justificar) que un cura tenga una “mujer”, pero el abuso a niños es otra cosa. No estamos hablando, continúa, de debilidad humana sino de enfermedad, de delincuencia.
"No tuve una relación de amistad con el cura Paranaense aunque siempre fue muy amable”, recuerda. “Solía acercarse y amablemente saludarme cuando iba a la Parroquia. Siempre me trataba cordialmente y esa era toda la relación que nos unía."
El alejamiento de las Instituciones de la Parroquia del Ssmo. Rosario, que tantos buenos recuerdos le trae, tiene que ver con una historia si no similar al menos parecida y que data de treinta años atrás aproximadamente, cuando unos adolescentes se acercaron a contarle historias que hubiera preferido no escuchar y que involucraba a un ya fallecido sacerdote de la ciudad. “El cura llevó a un niño a un zona alejada del Ciudad y le puso la mano encima del pantalón. El muchachito (asiduo a la Iglesia), rechazó el acto y el cura arrancó el vehículo alejándose del lugar sin hacerle más daño”.
No es este el único testimonio que involucraba al cura. Tampoco, mi entrevistado, el único que denunció tales abusos. Y hubo algunos más, cuyos relatos, escritos de puño y letra por los damnificados, fueron entregados al entonces Obispo Jorge Meinvielle, nombrado Obispo por la Santa Sede el 8 de Noviembre de 1984, mientras algún viejo sacerdote intentaba convencerlo que no haga la denuncia por el “bien de la Iglesia”, dijo. Mujeres de la Cuna de abolengo salieron también a defender al cura y le pidieron también que no entregue la carpeta con las acusaciones.
Luego todo lo demás... Meinvielle fue trasladado a Morón (casi un ascenso). Luego murió... la carpeta se archivó o desapareció. Y llegó el turno de Monseñor Rossi, que también conoció la historia pero no las denuncias formales, y a quien le pidió que sacara al cura de Monteros. -Y ¿por qué no lo sacó?, pregunté. Porque canónicamente no era posible, porque tenía algo así como un “contrato vitalicio” con la Parroquia, explicó. Y también por que eso hubiera generado un escándalo... Un escándalo que espero 30 años, donde variaron los protagonistas, pero donde los responsables mayores son los mismos que debieron cuidarnos.
El sacerdote acusado entonces murió y se llevó a la tumba todos los honores. Fue llorado por su Ciudad.Pero nunca nadie lo juzgó ni castigó por los abusos cometidos.
Mi entrevistado manifiesta si haber sido castigado por haber hecho las denuncias. Desde ese día el acusado lo apodó: el “cuervo”. Y nunca más dio la comunión como solía hacerlo por ser acólito, ni leer lecturas en misa, ni dar charlas en la Iglesia, ni dirigir coros. Nada de eso a pesar de sus siete años de formación filosófica y teológica.
Los damnificados y sus familias seguramente recibieron peor castigo aún. Pero esto no necesita ser explicado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario