NOTA DE TAPA DE LA REVISTA" ANALISIS "de PARANA
(Edición de la Revista ANALISIS del Jueves 11 de Octubre)
Los privilegios del cura pedófilo
El cura paranaense Justo José Ilarraz estuvo los últimos ocho años de su vida en Monteros, en la provincia de Tucumán. ANALISIS trató de reconstruir en dicho lugar cómo fueron sus días, pese al miedo de sus pobladores, ante el poder de la Iglesia. El sacerdote pedófilo tuvo grupos de chicos selectos en su parroquia -que eran vistos en horarios nocturnos o saliendo de madrugada de su habitación- y consolidó una estrecha relación con un joven que actualmente está detenido por el abuso a un menor de 13 años. También afianzó una fuerte relación con el obispo José María Rossi, quien nunca se preocupó por los casos de abuso a niños cometidos en el pueblo por el cura Carlos Robledo, ya fallecido, pese a la existencia de más de diez denuncias.
Daniel Enz
(desde Monteros, Tucumán)
Nadie sabe en Monteros del paradero del cura Justo José Ilarraz. Casi nadie quiere hablar. El que accede a contar situaciones del sacerdote pedófilo debe disponer de suficientes garantías: ni grabaciones, ni fotografías, ni nombres propios. “Ilarraz era un hombre muy querido en la zona y la información que ustedes publicaron fue un baldazo de agua fría”, señala una mujer que conoció muy bien al cura paranaense. Se le nota el temor, como a tantos otros.
La Iglesia en Tucumán es poderosa, como en buena parte de las localidades del norte del país. Y en Monteros, a casi 900 kilómetros de Paraná, se siente aún más. Las imágenes religiosas aparecen en cada rincón. Las fiestas patronales paralizan el pueblo, como sucedió el último domingo en que, al igual que en Paraná, se honró a la Virgen del Rosario. Son verdaderos acontecimientos, donde casi nadie puede faltar, porque cada ausencia resulta evidente.
Esta vez, el ausente fue el cura Ilarraz, aunque hasta último momento, no pocos feligreses creyeron que podía llegar de incógnito y mezclarse entre la gente. Pero fue el obispo de Concepción, José María Rossi, quien se puso al frente de toda la ceremonia y no hizo alusión alguna a lo sucedido en torno a su defendido Ilarraz. “Los hechos denunciados han sido tratados oportunamente por medio de un proceso canónico llevado a cabo a su tiempo por la Arquidiócesis de Paraná. La iglesia hizo todo lo que debía hacer”, dijo a horas de la primera nota de ANALISIS.
“Esto ya lo vivimos en Monteros; el tema es que lo que hizo otro cura se ocultó bajo tierra”, comentó un conocedor de la realidad de la Iglesia en dicho poblado. Hacía referencia a las denuncias por corrupción de menores que tuvo monseñor Carlos Alfredo Robledo, fallecido en el 2009, como consecuencia de una enfermedad fulminante, quien hacía más de 30 años que estaba en Monteros. “Acá se hicieron denuncias de puño y letra, firmada por los chicos abusados, pero nunca se avanzó en nada”, acotó. Los abusados que reconocieron los hechos fueron más de 10, a comienzos de los ’80. Los escritos se entregaron al entonces obispo Jorge Meivielle, en noviembre de 1984. Meivielle murió y todo quedó en la nada. El obispo Rossi no desconocía las perversidades de Robledo, pero también miró para otro lado. Incluso, cuando falleció este último fue despedido en medio de una especial congoja por Rossi y buena parte de la ciudad. Las lágrimas taparon los abusos de Robledo. Nadie lo juzgó.
Bajo el ala de monseñor
El cura Ilarraz a poco de llegar a Monteros se transformó en un aliado incondicional de Rossi. Primero estuvo como capellán de la Capilla de la Divina Misercordia, ubicada dentro del Hospital Regional de Concepción, a 22 kilómetros de Monteros. Corría el 2002 y a todo aquél que le preguntaba, Ilarraz sacaba pecho con su respuesta: “Vengo del Vaticano, donde estuve capacitándome por orden de la jerarquía eclesiástica”, decía, en clara alusión al arzobispo de Paraná y actual cardenal, monseñor Estanislao Esteban Karlic. Fue en el 2004 que, designado por Rossi, llegó a la ciudad de Monteros, a 48 kilómetros de San Miguel de Tucumán y con unos 30.000 habitantes. Reemplazó al padre Jesús Pastor Gómez, quien había hecho varias obras para la parroquia y que fue derivado a Santa Rosa de Leal, una localidad de mucha pobreza, a unos 36 kilómetros de Monteros.
Algunos recuerdan que el propio obispo le dijo a varios de los componentes del lugar que la estadía de Ilarraz no se iba a extender por mucho tiempo; que llegaba por su capacidad para “administrar”, producir cambios en el templo y transformarla en parroquia. Hay quienes no dudan en señalar que todo indicaría que a Rossi nadie le avisó de los antecedentes pedófilos del cura entrerriano y, claro está, nunca preguntó mayores datos. “Cuando dijo que era hombre cercano a Karlic fue suficiente”, acotan.
Lo primero que hizo Ilarraz fue convocar a quienes prestaban funciones allí, les comunicó que pensaba restringir un poco su actividad pastoral y solamente se dedicaría a las misas. “Los diáconos se van a ocupar de otras cosas”, le acotó. Reemplazó a las catequistas que había por chicos jóvenes de entre 20 y 25 años designados personalmente por él; cortó la relación de la gente con la parroquia y realizó modificaciones en el lugar, porque –dijo- precisaba “intimidad para la oración”. Buena parte del salón parroquial, por ejemplo, lo transformó en una amplia habitación para él e incluso pidió la presencia de varios seminaristas, que no eran de Monteros, para que lo asistieran en esa tarea de reacomodamiento.
Marcó distancia de los niños en su ámbito parroquial, pero no sucedió lo mismo en la zona de campo. Allí tenía contacto con chicos, jóvenes humildes (cuyas edades iban desde los 5 años hasta los 13 o 14) y desarrollaba una actividad más intensa que no se limitaba solamente a dar misa. De igual manera, trabajaba en conjunto con determinados grupos de jóvenes allegados a la parroquia.
A su vez, dispuso medidas en cuanto a la ubicación de santos y a material bibliográfico para el lugar. “Hizo una compra importante a una santería de San Miguel”, recordó una persona que trabajaba en la parroquia. De un día para el otro llegaron nuevas imágenes de santos y numerosos libros provenientes de una firma de San Miguel de Tucumán, ubicada en Pasaje Padilla 11, que siempre estuvo muy relacionada al cura Ilarraz. De hecho, el primer alquiler del lugar, en el 2001, el dueño del local lo firmó con Miguel Angel Ilarraz y Diez, pariente cercano del cura, residente en Capital Federal. No conforme con eso, el sacerdote paranaense también dispuso que se abriera un local de santería en la misma parroquia, con material siempre proveniente del negocio de San Miguel de Tucumán.
A no pocos les sorprendieron algunas determinaciones de Ilarraz: no fotos, no grabaciones de video en misas (las que se conocieron fueron inevitables, porque por lo general las hacía gente de fuera de Monteros o bien porque estaba en la escena el obispo Rossi y en consecuencia no se podía poner encima de la autoridad religiosa); distancia de lo social y de cualquier que tenga un vínculo con Entre Ríos y específicamente de Paraná.
La otra relación que se agrietó fue con un conocido empresario de Monteros, quien hacía varios años era el principal aportante del comedor escolar de la Parroquia, que se encuentra a la vuelta de la sede religiosa principal. Cuando desde la empresa Rosso se dejó de aportar el dinero que servía para sostener el lugar, al parecer por un supuesto desvío de fondos, hubo que cerrar, dejando sin el sustento a chicos y grandes que se alimentaban allí.
Ilarraz era consciente de que no podía cometer errores, porque lo podían estar “observando”, pero tenía a su vez la ventaja de estar a casi mil kilómetros y el hándicap de que el obispo Rossi, al parecer, desconocía sus antecedentes de pedófilo. Sabía que no tenía esa relación de poder con seminaristas jóvenes, a los que podía manipular como quisiera, tal como sucedió en Paraná, pero tampoco estaba dispuesto a mantenerse al margen de sus prácticas sexuales. En uno de los grupos juveniles que rondaban por la parroquia y que era conducido por un seminarista que luego terminó desplazado, tras haber detectado algunos movimientos extraños del cura, había seleccionado a por lo menos tres chicos de menos de 20 años que, casualmente, no tenían demasiada relación con el resto, pero integraban el grupo. De hecho, esos jóvenes se fueron alejando del grupo y pasaron a ser algo así como los siervos de Ilarraz. Llegaban a altas horas de la noche a visitarlo al cura -por lo general los viernes o sábados- y se quedaban a dormir hasta el otro día. Varias veces observaron tales situaciones algunos de los chicos del grupo y el citado seminarista. “Eran los preferidos del cura y esos chicos ostentaban todo el tiempo de esa relación y del nivel de gasto que podían tener a partir de esa relación afectiva con Ilarraz”, comentó un ex integrante del grupo.
No fue el único episodio extraño. Ilarraz tuvo de colaborador directo en la parroquia, casi por dos años (entre el 2006 y 2007, aproximadamente), a Leonardo Galván, un joven que hoy tiene 33 años y que al parecer habría sido uno de los abusados por el cura Robledo en la década del ‘80. En la humilde familia Galván estaban felices por la relación afectiva y “de amistad” que existía con el cura. “Va a seguir la carrera de sacerdote; no tenemos dudas”, decían orgullosos. Nunca se pudo saber cómo llegó a insertarse Galván en cercanías de Ilarraz. Algunos no dudaron en señalar que, al parecer, se enteró de las prácticas de Ilarraz -en un lugar donde los rumores se van colando por cada rincón del pueblo- y por ende se ganó rápidamente la confianza del cura. Incluso, cuando un seminarista se enteró de la inserción de Galván en los grupos juveniles cercanos a la Parroquia pidió su inmediato alejamiento, pero Ilarraz se opuso y lo llevó para su círculo íntimo.
Fue hasta que Galván optó por alejarse abruptamente de las cercanías de Ilarraz, después de estar algo más de dos años. En la actualidad está preso por abusar de un niño de 13 años, de condición muy humilde y espera el juicio oral en la cárcel de Concepción. Cuando uno escucha el relato de los familiares directos, en torno a las cosas que le ofrecía Galván al chico, es como que aparece de inmediato buena parte del método perverso que utilizaba Ilarraz con los jóvenes estudiantes del Seminario Menor de Paraná. “Le otorgaba dinero, le compraba ropa, le daba lujos que no tenía; hasta un celular le regaló”, señalan. Galván conocía desde bebé a ese chico. Cuando el cura Robledo lo bautizó, el abusador ahora preso fue quien lo secundó como monaguillo. No pocos señalan a Galván como un supuesto reclutador de menores para gente mayor, que eran retirados de las zonas más humildes de Monteros, como Villanueva, El Cercado o Los Sosa, o bien lo vinculan a casos de usurpación o estafa.
En esa misma zona, el cura Ilarraz se hacía presente cada semana para sentarse a almorzar o cenar con sus fieles. Algo similar realizaba en la zona de campaña de Monteros.
Pero ahora nadie sabe de Ilarraz en el poblado. “Nunca más se lo vio por acá”, dicen y repiten los vecinos. “Está claro que se enteró días antes de que iba a salir publicada una nota en su contra y por ende acordó su salida de Monteros”, acotan. La sociedad monteriza está dividida y golpeada. Hay quienes todavía dudan de las denuncias de corrupción de menores en contra del cura, pero nadie está dispuesto a defenderlo. “¿Por qué en casi todas las misas de Monteros se pide por las vocaciones sacerdotales (cosa que de hecho todo cristiano debe hacer) y por tantas otras cosas realmente necesarias y también urgentes, pero nadie pide públicamente una oración por las víctimas de abusos de miembros de la Iglesia. ¿Cómo vamos a ganarnos el respeto de la gente, de los que piensan distinto, de los que profesan otras religiones si no pedimos perdón ni siquiera por los delitos cometidos por el clero?”, se pregunta otro monterizo consultado por ANALISIS, pero no hay respuestas. “Duele que algunos se sientan culpables de hacer lo correcto mientras el culpable, a quien todavía hay quienes lo defienden, está buscando un pasaje al extranjero para quizás desaparecer de todo esto y quedar nuevamente impune”, acota con cierta desazón y amargura. Pero nadie quiere responder. Lo único que hacen es silencio. Ese mismo silencio que utilizó la cúpula eclesiástica de Monteros para callar los abusos del cura Robledo en la década del ‘80. Ese mismo silencio que aplicaron Estanislao Karlic y Juan Puíggari en Paraná, para que no se hable de las perversidades de Ilarraz a principios de los ‘90. El mismo, aunque suene doloroso.
JUAN PABLO SEGUNDO TUVO EL VALOR DE EXPIAR PUBLICAMENTE LOS ERRORES EN LOS QUE INCURRIO LA IGLESIA A LO LARGO DE LA HISTORIA SIENDO COMPLICE DE MUCHAS INJUSTICIAS CON SU SILENCIO . EL SALIO Y PIDIO PERDON. DEMANDEMOS COMO CATOLICOS PRACTICANTES QUE SOMOS QUE EL ACTUAL PAPA BENEDICTO XVI PIDA PERDON POR TODOS LOS MALOS SACERDOTES QUE ORDENO Y QUE HOY VISTEN DE LUTO Y VERGUENZA A LA SOBERANA IGLESIA DE CRISTO. QUE DE UNA VEZ POR TODA LOS EXCOMULGUE Y LES IMPIDA CELEBRAR LOS SACRAMENTOS. Y QUE NO TEMA POR EL VACIO DE SACERDOTES QUE QUEDARA PORQUE DIOS MISMO CUBRIRA ESOS LUGARES POR SACERDOTES SANTOS DIGNOS DE CRISTO.
ResponderEliminarque algun juez ordene a la iglesia,como en estados unidos, abrir todos los expedientes de los sacerdotes con denuncias por abusos a menores, o desordenes contra la buena moral y violacion del celibato
ResponderEliminarDas ENZ , solo por que tienes una pluma crees tener el derecho de difamar sin APORTAR PRUEBAS que es lo qu eesta necesitando el juez .Tus calumnias son tan GRANDES que has querido hacer una NOVELA con muchisima imaginacion siniestra y diabolica , pero que no ACREDITA nada de nada .Esto es periodismo ??? Sos de cuarta como la NUÑEZ .Periodismo serio es INVESTIGAR , INDAGAR , APORTAR , nada de eso hiciste , por eso solo tienes un PASQUIN AMARILLO al que nadie le cree.
ResponderEliminarSe puede hablar de CALUMNIAS por el solo hecho de no presentar pruebas. ¿Qué sería una prueba para vos, en caso de abuso a niños, claro? Aún así creo que Daniel como Carla se pueden bancar que les digas que lo suyo es "periodismo de cuarta". Pero cuidado, amigo: no te metas con las fuentes. Los que aportamos datos, ¿también somos de cuarta, entonces? Y mientras te ocultes en el ANONIMATO, lo tuyo tiene más sabor a pasquin que la de los periodistas que criticas.
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